Mientras el sistema capitalista muestra su verdadera cara de
miseria y desesperación, el estado español se prepara para gastar ingentes
cantidades de dinero en volver a convencer a sus súbditos de que la solución de
sus males pasa por introducir una papeleta en una urna y así de paso, abandonar
a su suerte el legítimo derecho de decidir sobre su propia vida. El estado
siempre quiere lo mejor para nosotros, pensar se hace tan pesado que mejor que
sean los “profesionales” los que lo hagan.
En el contexto político, la derecha llamada izquierda quema
sus últimos cartuchos en un intento desesperado por agarrarse a las poltronas
del poder que les sitúan en un lugar preferente del verdadero poder. La derecha
llamada derecha muestra su jolgorio ante su probable victoria que les permitirá
continuar con la aplicación de los designios del dios mercado, ser supremo y
omnipotente que marca la voluntad de la casta política. Derecha e izquierda,
izquierda y derecha, diferentes palabras y una misma realidad: el manifiesto
interés egoísta por mantenerse en el poder gracias a sus huestes de zombies
alimentados por carnaza de marketing mesiánico.
El hedor a podredumbre del basurero político y económico es
indisimulable y sus cubos de basura, convertidos en urnas, recogen unas
papeletas que pretenden convertirse en justificación de lo injustificable, de
la desigualdad, la muerte y la injusticia social.
Para un anarquista lo realmente importante, ahora y siempre,
no es un fragmento de falsa libertad, sino la lucha por la dignidad de los trabajadores,
la revolución social y el comunismo libertario, una lucha enaltecida por uno de
los más importantes referentes como trabajador y revolucionario, Buenaventura
Durruti, del que precisamente el 20-N se cumplirán 75 años de su muerte en
Madrid cuando luchaba y moría por ese mundo nuevo que llevamos en nuestros
corazones.