La burbuja económica explotó y el tsunami de la crisis llegó y empezó arrastrando la moral de los que viviendo en una ilusión consumista creyeron tenerlo todo sin realmente tener nada. Pero el desastre continuó y creció hasta absorber la ilusión y la vitalidad de millones de personas arrojadas al desempleo y en muchos casos sumidas en la más insoportable desesperación.
Para unos llegó el fin del opulento espejismo capitalista y para otros terminó también sus expectativas de construcción personal, de desarrollo profesional, de poder vivir de forma digna en esta maldita jungla mercantilista.
Cuando el verdadero rostro del capitalismo asoma, la incertidumbre y la rabia afloran. Por ello, es preciso ser muy hábil para manejar un panorama desolador formado por la desaparición de oportunidades y la desigualdad creciente reflejada en rebajas sustanciales de derechos sociales. Es necesario disponer de una poderosa maquinaria para asegurarse que los peones caídos en la batalla sistémica no se rebelen en contra de su rey.
El capitalismo ha movido ficha. El bombardeo de necesidades superfluas que taladran nuestras conciencias continúa presente, el camino sigue marcado con meridiana precisión. El sistema aporta su marco, sus reglas morales basadas en el individualismo extremo, la atomización, el pensamiento único, el consumismo salvaje, la desmovilización y la competitividad. Quieren hacernos creer que no hay elección.
Seguimos en su juego, nos hundimos, no nos gustan estas reglas pero parece que no podemos escapar. El trabajo desaparece, el dinero escasea y el techo peligra, las ilusiones caen y aumenta el malestar y la irascibilidad.
Pero las sensaciones se confirman con los datos (*). En este contexto de crisis, los suicidios llegan ya al millón anual en todo el mundo y en España se ha convertido en la primera causa de muerte no natural. Por otro lado, las personas que sufren depresión en el mundo son ya 120 millones y las que abusan del alcohol y las drogas llegan hasta los 90 millones. Por todo ello, no parece extraño que los antidepresivos se hayan convertido, empresas farmacéuticas mediante, en los fieles compañeros de millones de personas en el viaje de su vida.
Para ellos es mejor así, ellos saben perfectamente cómo dirigirnos. Para que no nos enriquezcamos mutuamente y creemos redes de solidaridad, nos lanzan a las garras de su embrutecedora televisión, para que no se fomente la racionalidad, el entendimiento y el apoyo mutuo, nos distraen con sus hipócritas religiones. Sin pan pero con circo, nos meten en la vereda de la frustración en soledad, de la desesperanza muda.
No permitamos que la venda con la que nos tapan los ojos ahora les sirva también para estrangular nuestras vidas, nuestras mentes, nuestros anhelos de mejorar. Esta situación debe hacernos discernir sobre lo importante, lo realmente importante en nuestras vidas y no dejarles que terminen convirtiéndonos en almas errantes de su oscuro mundo.
Hay que plantarles cara, no van a poder con nosotros, no deben, no pueden ganarnos. No nos van a tumbar, no van a ahogar nuestra voz de justicia y libertad, no deben, no pueden. Señala a los verdugos y actúa, piensa y lucha por lo que de verdad es justo, sin ambigüedades, sin disculpas, sin remordimientos.
Este es un mensaje de esperanza, de lucha, de rebeldía, una llamada a la acción directa, a la acción intelectual, de compromiso, de colaboración y de ilusión. Porque valemos más de lo que tenemos y porque sabemos cómo convertir la ansiedad en ansias de avanzar hacia ese otro mundo que nos pretenden arrebatar. Por favor, no abandones, no desesperes, no te rindas, dale sentido a la vida, tú no eres el culpable.
Los grandes son grandes porque estamos de rodillas ¡Levantémonos! (Max Stirner)
(*) Datos:
Publicado en: Portal Libertario OACA, Kaos en la Red, Rojo y Negro, LaHaine, Grupo Tortuga, Alasbarricadas